Lo confieso. Soy una de esas personas que no vio el debate televisado entre Donald Trump y Kamala Harris pero que ha tropezado en las redes sociales con alguno de los fragmentos más aplaudidos. Por lo visto, los candidatos abordaron temas menores como la economía, el bombardeo de Gaza o el derecho al aborto. Digo que son temas menores porque las redes sociales han priorizado otro asunto de mucho mayor calado: dice Trump que los extranjeros andan por las calles de Springfield comiéndose las mascotas de la gente, perros, gatos, cualquier bocado es bueno para un migrante con gula.
Hay opiniones contrapuestas. Unos alaban la pericia del candidato republicano y otros suponen que le patinan las entendederas. Al fin y al cabo, no siempre queda clara la fina línea que separa al genio del tonto del pueblo. A estas alturas de la farsa, sin embargo, nadie pondrá en duda que las tonterías consiguen mayor impacto publicitario que el más sensato de los argumentos. Para quien lo haya olvidado, Trump llegó a la presidencia del imperio a golpe de noticias falsas y extravagancias discursivas. Ya lo dice el refranero castellano: “Dame pan, y dime tonto”.
Con el tiempo, hemos terminado llamando “trumpismo” a ese estilo extremoderechista y macarra que se ceba con los inmigrantes y con la izquierda, que no dice la verdad ni al médico, que desbarra como un cuñado con tres gin-tonics, que tiene la llave secreta para caer en el centro de todas las polémicas y nunca desperdicia la ocasión de victimizarse. Hay algunos políticos que desvarían con cierta solvencia y a ratos se vuelven carne de titular y de meme. Hay otros políticos que abusan de la estrategia y no hay fregao que les sea ajeno. Y después, en la cúspide de la tontería o la mercadotecnia, asoma el madrileño morro de Isabel Díaz Ayuso.
Estos días hemos recordado que España llevaba dieciséis años desobedeciendo las leyes europeas y aplicando condenas dobles por la reverendísima cara. El Congreso ha corregido por fin el abuso. No obstante, parece que Vox y PP han errado su voto y ahora andan tratando de disimular la pifia con declaraciones sobreactuadas, pancartitas de postín y chalaneos de última hora. Menos mal que tenemos a Ayuso y sus ayusadas para salvar los muebles y centrar el debate. Dice la presidentérrima que “ETA está más viva que nunca”. Dice que el PSOE ha pactado la ley de vivienda “con expertos en zulos, que no son más que Bildu”.
Ayuso, como Trump, llegó a la presidencia a golpe de bulos y salidas de tono. Podemos caer en la tentación de creer que las ayusadas son un producto de la indigencia retórica o de las limitaciones intelectuales. También podemos, al contrario, aceptar que algunos turboliberales han encontrado la receta mágica de la publicidad gratuita. Que han hackeado el algoritmo. Que hacen lo que mejor les funciona. Podemos llamarlos miserables, mezquinos y oportunistas. Podemos llamarlos cutres y aprovechados. Pero de tontos, amigas y amigos, no tienen un pelo.