Esta semana Arnaldo Otegi ha rendido una visita amistosa a Carles Puigdemont con ánimo de compartir impresiones. El asunto no tiene nada de excepcional. El caso es que EH Bildu ha confirmado a Otegi como secretario general y ahora toca ronda de contactos. La derecha mediática española, sin embargo, ha aprovechado la ocasión para tirarse de los pelos. “Otegi y Puigdemont escenifican su control sobre Sánchez”, dice El Español. “Ya tenemos política exterior”, dice la Cope: “Zapatero, Puigdemont con Otegi y los actores del no a la guerra”. Libertad Digital va más allá: “Otegi traiciona a Junqueras y se reúne con Puigdemont”.
(Llegeix aquí l'article de Jonathan Martínez en català)
Lo de las traiciones es de una guasa reversible. Alguien podría haber titulado con la misma astucia que Puigdemont traiciona a Ortuzar o a Esteban o a quien quiera que mande a estas alturas en el PNV. Al fin y al cabo, Jordi Turull alentó a Imanol Pradales en las últimas elecciones autonómicas vascas. Y en octubre, sin ir más lejos, Andoni Ortuzar se desplazó a Calella para tomar parte en el congreso de Junts que reeligió a Puigdemont. Ahora es el PNV quien celebra su congreso. Y Ortuzar ya no estará.
En realidad Ortuzar sí estaba. Sus intenciones primeras eran seguir al frente de las siglas pero las bases se revolvieron desencantadas con la deriva electoral. La tendencia es descendente y el proyecto exige un revulsivo. Tal vez por eso empezó a sonar el nombre de Aitor Esteban. Y Ortuzar dio un paso atrás. El PNV llega a la asamblea general de este fin de semana con una recobrada calma interna, al menos en apariencia, y todo el mundo da por hecho que no habrá dramas ni rupturas.
Se supone que los afiliados coronarán a Esteban en virtud de un pacto entre caballeros, un cierre por arriba de un proceso interno que estaba sangrando por abajo. Algunas voces se preguntan qué clase de renovación traerá el cambio, pues Ortuzar y Esteban no solo pertenecen a la misma generación sino también a la misma escuela. La cosa está tan cantada que el nuevo candidato ni siquiera ha difundido su programa, pues todos dan por hecho el continuismo.
No sabemos cuánto tardará Esteban en viajar a Waterloo. Ni siquiera está claro que le interese esa fotografía. El PNV siempre ha querido brindar una imagen de estabilidad y por eso ha guardado prudentes distancias con el procés. Lo que sí sabemos es que los jeltzales andan buscando su lugar en un tablero vasco crujiente y movedizo. También sabemos que es difícil ofrecer al mismo tiempo novedad y continuidad sin quebrarse en las contradicciones.
Cuesta sobrevivir a la desilusión y Esteban tiene una labor heroica por delante. Deberá trabajar, por un lado, para que el PNV no se encasille en su viejo papel de partido de orden. Pero además, ha de repensar sus alianzas sin descartar la perspectiva de que PP y Vox se instalen en la Moncloa. En esa tesitura, Esteban solo parece contar con dos opciones: pactar con el PP, como hizo en su día Ortuzar, o perseguir el choque y terminar en Waterloo esperando visitas.