Las factorías mediáticas del PP andan a puño limpio contra Vox y acusan a los de Abascal de medrar a la sombra de cualquier sátrapa que se les ponga a tiro. El otro día, Federico Jiménez Losantos los llamaba “putinejos”. Hace un par de meses, la fundación FAES los acusaba de haberse sumado a “la quinta columna de Putin”. Pero la hemeroteca es puñetera y rencorosa. En 2016, José María Aznar publicó en su perfil de Facebook unas fotografías de adhesión y apretones de mano con el presidente ruso. “Conservamos una vieja y buena amistad”.
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El apelativo “putinista” sirve para sentenciar cualquier debate sin pasar por el engorroso trámite de los argumentos. Puigdemont es un “prófugo putinista”, decía Cayetana Álvarez de Toledo. La investigación sobre Alberto González Amador obedece a una “estrategia putinista”, dice Isabel Díaz Ayuso. “Podemos, el mejor aliado de Putin”, dice un conocido blog de la bulosfera genovesa. Palabrería para amnésicos, pues basta abrir viejos periódicos para ver a la derecha española babeando en el Kremlin. Putin era un tipo tan fiable que hasta Alberto Ruiz-Gallardón le regaló la Llave de Oro de Madrid pocos años después de que Rusia hubiera reducido Grozni a cenizas.
Ahora que los aranceles de Trump estrechan el cerco, se escuchan voces que miran a China. Todos los inconvenientes que algunos ven en Cuba y Venezuela, desaparecerán de un plumazo cuando hablemos de negocios en Pekín. Los que ayer escupían sobre la tumba de Fidel Castro no tendrán apuro en empollarse el Libro Rojo de Mao de paseo por la Ruta de la Seda. De momento, Sánchez ya ha volado hacia el Lejano Oriente en busca de un abrazo con Xi Jinping. Por lo visto cuenta con el beneplácito de Bruselas.
“Debes tener siempre fría la cabeza, caliente el corazón y tendida la mano”, dicen que dijo Confucio. El PP, con la cabeza caliente y el corazón helado, se tira al cuello de Sánchez y explica que el viaje a China es una cagada diplomática porque tensiona las relaciones con Washington. Como si la cosa no estuviera ya tensa. Pero la hemeroteca, siempre puñetera y rencorosa, acude una vez más a dejar al personal con el trasero a la intemperie. En junio de 2017, Feijóo emprendió un viaje oficial a China que calificó de “pionero”. Para más inri, Cospedal había firmado en 2013 un memorando de colaboración con el Partido Comunista Chino.
Los apetitos comerciales no entienden de remilgos éticos ni de maximalismos doctrinarios. Igual que un beso de cuento convierte a un sapo en un príncipe, la geopolítica convierte a tiranos en estadistas o a estadistas en tiranos según convenga a cada instante. Mientras tanto, políticos y televisiones marean al respetable con un morro de aquí a Pekín, repitiendo maniqueísmos de quita y pon que envejecen penosamente. Para entender la política mundial no hace falta entender de valores ni de derechos: sigue el rastro del dinero, pase por el Teatro Bolshói o por la Gran Muralla China.