En una conocida escena de A través del espejo, Alicia confunde la corbata de Humpty Dumpty con un cinturón. El equívoco tiene sentido. Al fin y al cabo, el tipo es una especie de huevo con brazos y piernas, de modo que no queda claro dónde termina el cuello y dónde empieza la cintura. Es obvio que se trata de una corbata, niña. Me la dieron los reyes como regalo de no cumpleaños. ¿Y qué es un regalo de no cumpleaños?, pregunta Alicia. Pues qué va a ser, responde Humpty Dumpty. El que se entrega en un día de no cumpleaños. Tenemos trescientas sesenta y cuatro ocasiones cada año para hacer esa clase de regalos.
Hubiera querido escribir unas palabras sobre el Día del Libro, pero se me han amontonado las prioridades y para cuando he querido darme cuenta ya era el Día del No Libro, o sea hoy, o sea cualquiera de las otras trescientas sesenta y cuatro ocasiones que nos ofrece el año para celebrar la lectura. Lo bueno es que casi siempre hay alguna feria abierta y en las calles sobrevive cierto aroma a biblioteca ambulante y papel encolado. Las novedades chisporrotean y los escritores más discretos nos observan desde la sombra de las casetas con una cierta melancolía de pajarillos enjaulados.
Tarde y mal, leo la nómina de condecorados con la Creu de Sant Jordi y pienso que la industria editorial catalana es mucho más que el Grupo Planeta y Prensa Ibérica. Recuerdo, por ejemplo, el tenderete de la editorial Raig Verd en la Fira Indilletres de la Bisbal d'Empordà, las palabras acogedoras de Laura Huerga y esas ediciones sobrias y contundentes que me han permitido leer a Svetlana Aleksiévich en catalán. Me fascinan los títulos subversivos de Tigre de Paper y el gusto exquisito de Simón Vázquez. Conocí L’Altra Editorial gracias al último libro de Eduard Márquez y siento que aún hay vida más allá de los colosos empresariales y sus dinámicas acaparadoras.
Hace algunos años, en La Ciutat Invisible, aprendí que los proyectos locales subsisten desde el espíritu de resistencia, desde el impulso cooperativo y gracias a una comunidad militante y adherida al barrio. ¿Cuántos sacrificios arrastra la vida del librero? ¿Qué caudal insuperable de anécdotas? Me entra la risa floja cuando recuerdo a aquel cliente anónimo que le pidió a Dolors Boatella “El libro gris de Albert Pla”. No por azar, el “sabio catalán” de Cien años de soledad está inspirado en un librero, Ramón Vinyes, que le inculcó a Gabriel García Márquez las influencias decisivas de William Faulkner, Virginia Woolf o Ernest Hemingway.
Hoy, como tantas veces, es el Día del No Libro y no quiero perder la ocasión de dar las gracias a todas esas personas que aún encuentran tiempo para sumergirse en el océano de la lectura. A aquellos que se sientan en la soledad de una habitación para imaginar historias y avivar la lengua y la memoria. A todos los miembros de esa cofradía secreta que llamamos literatura y que nos une con el hilo invisible de los siglos. Hoy sigue siendo nuestro día.