Opinió
Tribuna

El jefe infiltrado

«Los aparatos del Estado se inmiscuyen en la sociedad civil organizada porque entienden que un ciudadano consciente es en el fondo un potencial mal ciudadano»

Jonathan Martinez
16 de gener de 2025, 19:00
Actualitzat: 17 de gener, 14:45h

Hace ya más de dos años, durante unas jornadas libertarias, la CGT de València organizó una videoconferencia con Noam Chomsky y le preguntó por el apoyo mutuo entre trabajadores. Aquello fue antes de que las redes sociales lo dieran por muerto en uno de los bulos más trepidantes que hemos escuchado en los últimos tiempos. Pero Chomsky, con su verbo pausado y su barba de abuelo centenario, no solo tiene una mente lúcida, sino que además parece gozar de un imbatible instinto de supervivencia.

(Llegeix aquí l'article de Jonathan Martínez en català)

¿El apoyo mutuo? Es una reacción natural del ser humano que se vuelve aún más notoria en contextos de necesidad, dice Chomsky. ¿Y el neoliberalismo? Un engranaje diseñado para socavar las redes de solidaridad y fomentar las soluciones individuales. Pensad en Ronald Reagan, que proponía desembarazarse de los gobiernos para poner nuestras vidas en manos de entidades privadas. Y es que las entidades privadas no están sujetas al control social. “Las corporaciones son lo más cercano al totalitarismo que los humanos han podido conocer”, añade el profesor.

La alegoría de la empresa como pequeña dictadura tiene su sentido. Como norma general, existe un propietario o soberano absoluto. A su servicio actúan los cargos intermedios en funciones de control y vigilancia sobre los trabajadores rasos, los parias, la sal de la tierra. Esa es, a grandes rasgos, la lógica de una corporación a menos que se trate de una cooperativa. Si nuestra jornada laboral es de ocho horas y dormimos otras ocho horas, resulta que vivimos la mitad de nuestra vida hábil dentro de una pequeña dictadura.

El cine de media tarde nos enseñó que los dictadores utilizan redes de infiltrados y delatores para desarmar cualquier brote de disidencia. Llevando el concepto a su último extremo, Channel 4 creó un programa de telerrealidad en el que un alto ejecutivo se disfraza de trabajador de su propia empresa con el objetivo de conocer las dinámicas laborales y supervisar a los subordinados. El formato llegó a La Sexta bajo el nombre de El jefe infiltrado. Bajo este esquema se esconde un mensaje subliminal: todo empleado es en el fondo un potencial mal empleado.

De todo esto me he acordado después de haber visto Infiltrats en TV3. Los aparatos del Estado se inmiscuyen en la sociedad civil organizada porque entienden que un ciudadano consciente es en el fondo un potencial mal ciudadano. Pero los infiltrados no desempeñan un mero papel informativo, fulanito ha hecho esto, menganito ha dicho lo otro. El infiltrado policial persigue en los movimientos sociales el mismo objetivo que, según Chomsky, persigue el neoliberalismo en las redes de trabajadores: socavar la ayuda mutua, disolver solidaridades, instaurar desconfianzas y generar una sociedad donde solo exista un “yo” y no un “nosotros”. A veces cuesta distinguir una empresa de una pequeña dictadura, pero los gobiernos tampoco se quedan cortos. Ahora resulta que tenemos al jefe infiltrado en el trabajo, en la asamblea y hasta en los peores sueños.

Nascut a Bilbao (1982), soc investigador en Comunicació Audiovisual. Col·laboro en diversos mitjans com Naiz, Ctxt, Kamchatka, Catalunya Ràdio, ETB i TV3.

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