La paradoja nuclear

«Algo nos conduce a pensar que los ataques contra Irán tienen también el propósito de apartar el foco de Gaza. El método es tan eficaz que yo mismo he estado a punto de caer en la trampa»

19 de juny de 2025

En un ensayo publicado durante la Guerra Fría, Hannah Arendt reflexionaba sobre las paradojas de la carrera armamentística. El choque entre superpotencias, dice Arendt, ha perdido el interés de antaño porque las armas atómicas cambiaron las reglas del juego. Hoy los dueños del planeta pugnan bajo la lógica del empate infinito: una potencia nuclear nunca pierde sin hacer perder a todo el mundo. El objetivo del desarrollo militar ya no sería tanto la victoria como la disuasión, pues se entiende que disponer de armas atómicas es la única garantía de paz.

Arendt se preguntaba entonces cómo escapar a esta espiral demente, y se lo preguntaría también ahora que Israel vacía sus misiles sobre Teherán. El primer ministro israelí sostiene que pretende desmantelar in extremis el programa nuclear iraní, pero las hemerotecas desdicen sus palabras. En 1992, Netanyahu reclamó una alianza militar comandada por Estados Unidos bajo el pretexto de que Irán estaba a punto de desarrollar la bomba atómica. Eso querría decir que Irán cuenta con esta tecnología desde hace treinta años. O Netanyahu mentía en 1992 o miente en 2025 o nunca ha dejado de mentir.

Es curioso porque Irán firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear allá por 1968, justo cuando Hannah Arendt reflexionaba sobre las contradicciones de la tensión atómica. Israel, en cambio, se niega a suscribir el texto porque sabe que acarrearía un compromiso de transparencia con respecto a sus arsenales. De acuerdo a todas las estimaciones, Israel rebosa armas de destrucción masiva. Consejos doy, para mí no tengo.

Aquí es donde aparecería el ocurrente estribillo de la propaganda occidental: “Pero es que Israel es la única democracia de Oriente Medio”. Cuesta trabajo, sin embargo, encontrar resquicios democráticos en una etnocracia levantada sobre la base del colonialismo, el apartheid y el exterminio de aquellos que no encajan en el programa sionista. Que Israel se sostiene sobre la expansión colonial y el apartheid lo confirman repetidas resoluciones de la ONU. Que es un régimen etnocrático lo confirmó la propia Knéset con la definición de Israel como “Estado nación del pueblo judío”. 

Recordar estas nociones básicas, ya se sabe, nos convierte en fanáticos antisemitas, amigos de los terroristas, simpatizantes de Hamás, súbditos del ayatolá, rojos, separatistas y masones. Todo sea por desviar el foco de los argumentos. Dicho esto, algo nos conduce a pensar que los ataques contra Irán tienen también el propósito de apartar el foco de Gaza. El método es tan eficaz que yo mismo he estado a punto de caer en la trampa.

En 2012, distintos expertos militares dibujaban un escenario paradójico: si Israel atacara algún día las instalaciones nucleares iraníes, solo conseguiría incitar a Irán a acelerar su programa. Hoy, trece años más tarde, los presagios se cumplen y las autoridades iraníes sugieren que abandonarán el Tratado de No Proliferación Nuclear. El mundo está en manos de bomberos pirómanos. He ahí la paradoja.