Estaban sus señorías pensando en Cerdán y en la Gürtel cuando llegó Míriam Nogueras con su recado explosivo. Como andamos a vueltas con el horario de invierno, la portavoz de Junts deslizó un juego de palabras: dejemos los cambios de hora y hablemos de la hora del cambio. Los periodistas parlamentarios echaban fuego. El corte se multiplicaba en las ondas. Era un titular tan eficaz y sugerente que nadie podía dejarlo pasar.
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De inmediato llegaron las interpretaciones, el viejo rosario de profecías incumplidas, Sánchez se desmorona, la legislatura agoniza, game over. Tiemblan los cimientos de la Moncloa, dice Ana Rosa Quintana desde su ventanita televisiva. En su trono radiofónico, Carlos Alsina sugiere que Nogueras le ha puesto los dientes largos a los feijóos y los abascales. Los diputados de Junts juran que van en serio pero en Ferraz le quitan hierro al asunto. Es parte del teatro, asegura un ministro entre bambalinas, una de esas frases contundentes que uno consigue colar en los telediarios.
Lo cierto es que el Gobierno español juega aquí a favor del viento. Tras las últimas generales, Junts disponía de una gran carta y se la jugó a la Ley de Amnistía. Poca broma. Pero esa carta era de corto recorrido. Una vez que Sánchez amarrara la investidura, el PSOE podía respirar con cierto alivio. Los corifeos de Vox y del PP describen un panorama fatal de inestabilidad y ruina. Parece que Sánchez estuviera siempre a punto de caer. Pero la realidad es que el presidente sobrevive a golpe de prórroga presupuestaria sin que se haya acabado el mundo.
Podría darse una alianza de fuerzas conservadoras, dicen los más audaces, e incluyen en la ecuación a PNV y a Junts. Aunque el PNV viene de entenderse con Rajoy, nadie lo imagina ahora en una entente que incluya a Abascal. Lo mismo podría decirse de Junts. Una moción de censura es algo que se plantea en positivo. No es que Junts deba reprobar a Sánchez —algo simple y más bien cómodo— sino que debe aprobar a quien quiera que la derecha española avale como caudillo de su reconquista. Podría ser un tecnócrata sin ansias presidenciales, dice Junts. El escenario no mejora.
Sabemos que Puigdemont ha convocado a sus huestes en Perpinyà para demostrar que va en serio, que la ruptura está en el horizonte si el PSOE no recula y rinde sus espadas. Junts pide culminar la amnistía, el traspaso de competencias migratorias o la oficialidad del catalán en Europa, demandas que han quedado encalladas por instancias ajenas a Sánchez, llámense Tribunal Supremo, Consejo Europeo, PP, Vox o Podemos. Es legítimo que Junts presione, dicen desde la Moncloa, pero los acuerdos se van cumpliendo.
En Junts agitan el pendón de la moción de censura instrumental, una maniobra que permitiría descarrilar la legislatura y adelantar las elecciones. Suena tan lejano como contraproducente. El protagonismo de Junts depende en buena parte de que la legislatura se alargue. Y una moción de censura podría parecerse demasiado a un gol en propia puerta.