Opinió
Tribuna

Las rejas de Overton

«Para que la sociedad normalice un campo de concentración han hecho falta toneladas de dinero invertido en think tanks al servicio de las personas más ricas del planeta»

Jonathan Martinez
30 de gener de 2025, 19:00

Una mañana de julio de 2003, en las inmediaciones de Caro, Michigan, un avión ultraligero tropezó con unos cables eléctricos y se precipitó contra el suelo, dejando un desastre de fuego y chatarra incandescente. La noticia corrió como la pólvora en algunos círculos empresariales porque el muerto no era cualquier muerto. De hecho, no todo el mundo dispone de un avión ultraligero. Joseph P. Overton tenía 43 años y era un ejecutivo asociado al Mackinac Center, un think tank conservador que alienta el desmantelamiento de las instituciones públicas bajo los principios del libre mercado.

(Llegeix aquí l'article de Jonathan Martínez en català)

Desde los despachos del Mackinac Center, Joseph Lehman se propuso difundir las teorías de Overton así fuera a título póstumo. En su canal de YouTube, la asociación ofrece un infograma con su hipótesis más reconocida. Así, la ventana de Overton sería ese rango de ideas socialmente aceptables que se encuentran entre el control absoluto del gobierno y la desregulación total. Eso quiere decir que los políticos no pueden defender ideas que exceden ese rango sin ser tachados de extremistas o radicales. Para eso están los think tanks, las corporaciones mediáticas o los eventos históricos: para que empecemos a debatir sobre ideas que hasta entonces estaban proscritas.

El Mackinac Center es taxativo: si tienes una idea que la sociedad no puede aceptar y los políticos no pueden defender, debes impulsar estrategias que desplacen la ventana de Overton. Se trata de provocar un tenaz corrimiento del imaginario social. Mackinac Center intenta empujar los límites de lo aceptable hacia el extremo del libre mercado. Los parientes ideológicos de Milton Friedman no siempre han conseguido instaurar sus ideas por las buenas. En los años setenta, en Chile, hicieron falta campos de concentración. Estados Unidos sigue hoy la misma senda. En un clima de deportaciones y redadas, Trump ha anunciado que encerrará a 30.000 migrantes en Guantánamo.

La semana pasada, mientras el mundo analizaba con escuadra y cartabón el saludo nazi de Elon Musk, Alba Sidera llamaba a evitar los eufemismos. Hay cosas que son exactamente lo que parecen. Dice Sidera que Musk no es un cretino ni tiene el brazo despistado, sino que procura a cada paso mover la ventana de Overton. Y en cierto modo lo logra. De hecho, tenemos las redes sociales y los periódicos llenos de analistas timoratos que relativizan el gesto de Musk o lo defienden con pretextos descerebrados.

Para que la sociedad acepte y normalice un campo de concentración —en Dachau, en el Estadio Chile o en Guantánamo— han hecho falta horas de pánico mediático. Toneladas de dinero invertido en think tanks al servicio de las personas más ricas del planeta. Así aparecen nuevas siglas que promueven el odio racial contra el más débil. Así se multiplican los numerarios de la derecha radical que jalean en las redes la muerte de un chaval que tocó la catenaria de un tren en Lleida. El mundo parece cada más oscuro. Y la ventana de Overton tiene cada vez más rejas.

Nascut a Bilbao (1982), soc investigador en Comunicació Audiovisual. Col·laboro en diversos mitjans com Naiz, Ctxt, Kamchatka, Catalunya Ràdio, ETB i TV3.

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