Opinió
Tribuna

La trama española

«La fantasía era demasiado apetitosa. Puigdemont y Putin, el crossover perfecto entre supervillanos. Es demasiado burdo, pero vamos con ello»

Jonathan Martinez
19 de desembre de 2024, 19:00
Actualitzat: 19:26h

Recuerdo las tardes de invierno en la casa de mis abuelos. En la televisión, en horario infantil, repetían una y otra vez las mismas películas con algo de liturgia familiar. Ni siquiera sé cuántas veces vi El mago de Oz, un musical del año catapum que siempre mantuvo su vigencia gracias a la magia chillona del tecnicolor. Judy Garland era Dorothy, la huerfanita que paseaba por un país de ensueño de la mano de un espantapájaros, un hombre de hojalata y un león de lágrima fácil. El camino, sin embargo, era arriesgado porque en cada esquina acechaban los esbirros de la Bruja Mala.

(Llegeix aquí l'article de Jonathan Martínez en català)

Con el tiempo uno aprende a mirar el cine con ojos descreídos. En el tramo final del filme, a las puertas del castillo de la supervillana, unos soldados de mala catadura protegen el puente levadizo entre cánticos indescifrables. Llevan abrigos aparatosos y cubren sus cabezas con algo parecido a una ushanka. Algún analista ha querido ver en esta escena un prematuro guiño de propaganda antisoviética. La interpretación puede parecer forzada, pero Hollywood iba a repetir el mismo esquema durante toda la Guerra Fría. La política era un cuento de brujas buenas y malas. Y los rusos eran malos.

Con la Perestroika se abrió la bicoca de los mercados. Los rublos fluían a toda presión y los rusos ya no eran nuestros pérfidos antagonistas, sino unos tipos de buen talante que tocaban la balalaica y le daban al vodka. Putin se convirtió en un gran aliado de España. Aznar lo abrazaba en Moscú y Rajoy lo agasajaba con alharacas amistosas. El rey Juan Carlos se fue con él de montería para cargarse de un disparo al oso Mitrofán. Felipe VI lo acompañó en el desayuno. Zapatero lo recibió en el Palacio de la Moncloa y Ruiz Gallardón le entregó la Llave de Oro de Madrid.

Luego todo se torció en Ucrania y el agua rusa volvió a sus viejos cauces. Putin era otra vez la Bruja Mala. Un vistazo rápido a la hemeroteca valía para desmontar la hipocresía, pero la propaganda hace fortuna en la amnesia. Con ese caldo de cultivo, David Alandete aprovechó las páginas de El País para denunciar una oscura conspiración catalano-rusa aliñada con bots del Kremlin. Un informe del Parlamento británico descartó la hipótesis entre acusaciones terminantes contra sus autores. Sin embargo, la fantasía era demasiado apetitosa. Puigdemont y Putin, el crossover perfecto entre supervillanos. Es demasiado burdo, pero vamos con ello.

La Audiencia de Barcelona acaba de descartar la última pieza que teorizaba una injerencia rusa en el procés. Ante la inminencia de la ley de amnistía, el juez Joaquín Aguirre se sacó de la chistera una acusación por alta traición contra el president. A la luz de los hechos, no hay mucho material para hablar de una “trama rusa”, pero sí de una “trama española” urdida desde los aparatos del Estado y en perfecta coordinación con sus terminales de propaganda. Al final de la peli, ya se sabe, resulta que el mago de Oz era un impostor y la Bruja Mala ni siquiera existía.

Nascut a Bilbao (1982), soc investigador en Comunicació Audiovisual. Col·laboro en diversos mitjans com Naiz, Ctxt, Kamchatka, Catalunya Ràdio, ETB i TV3.

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