Un fantasma en la pantalla

«El Estado profundo habría hecho con Santos Cerdán más o menos lo mismo que Marlaska defiende hacer con los movimientos sociales»

25 de setembre de 2025

El Festival de Cine de Donostia ha presentado Un fantasma en la batalla de Agustín Díaz Yanes y ha reabierto el debate sobre las infiltraciones policiales. No ha pasado un año desde que se estrenó La infiltrada de Arantxa Echevarría y ya tenemos otra película inspirada en el caso de Elena Tejada, la agente riojana que se inmiscuyó en la sociedad civil vasca y terminó contactando con miembros de ETA.

Dice Lander Garro en Berria que el conflicto vasco es un género con sus propias reglas: los personajes nativos deben ser de cartón piedra, toscos, desabridos, muy parecidos a los villanos de las películas de Hollywood. Habría que añadir aquí que los policías foráneos suelen ser complejos, bienintencionados, y hasta miran con desaprobación algunas tácticas dudosas de sus compañeros. Bajo esta premisa, las torturas y las ejecuciones extrajudiciales no habrían sido dinámicas estructurales sino pecados fugaces de unas pocas ovejas descarriadas.

El tema recurrente de la lucha contra ETA, sin embargo, aquí no nos habla tanto de los conflictos pasados como de episodios recientes. Así, justo cuando los colectivos sociales destapan infiltrados en sus asambleas, justo cuando 30 minuts cuestiona estas prácticas con la emisión de Infiltrats, el cine español se emplea a fondo para ofrecer un retrato justificativo de los agentes dobles. Es la misma película que nos cuenta Marlaska cuando defiende estas operaciones o cuando nombra como tercero de a bordo en Interior a Eugenio Pereiro, exjefe de la unidad que habría organizado las últimas infiltraciones descubiertas en Catalunya, Balears y País Valencià.

Por cosas del azar, el preestreno de Un fantasma en la batalla ha coincidido en el tiempo con el proceso contra Santos Cerdán. Decíamos en estas páginas que Benet Salellas iba a basar su defensa sobre la hipótesis del montaje. El abogado alega motivos de peso para dudar que Koldo García hubiera actuado por cuenta propia. Sabemos de momento que al menos un mando del Servicio de Información de la Guardia Civil colaboró indirectamente con las grabaciones. Igual que Elena Tejada, el comandante Rubén Villalba se curtió en el territorio de Gipuzkoa.

Ahora la defensa de Santos Cerdán alega que la UCO ha intervenido más de 170 dispositivos digitales pero solo ha proporcionado una pequeña cantidad de registros. Los que afectan a los dirigentes del PSOE. De todo esto se deduciría que Koldo García recibió decenas de aparatos de elementos antiterroristas de la Guardia Civil con el propósito aparente de incriminar a altos cargos del partido de Sánchez. Según la defensa, los métodos tienen un precedente reconocible en el espionaje contra la sede de Batasuna en 1998, contra Arnaldo Otegi en 2004 o contra Unai Fano en 2007.

Si las sospechas son acertadas, el Estado profundo habría hecho con Santos Cerdán más o menos lo mismo que Marlaska defiende hacer con los movimientos sociales. Tal vez el PSOE se creía invulnerable a los fantasmas. Eso sí que merece una película.