Opinió

«Chupacámaras»

«Las víctimas son tratadas como figurantes de una película cuyo guion ha sido escrito de antemano, es la 'pornografía del dolor'»

Jonathan Martinez
07 de novembre de 2024, 19:00

Supongo que aún recordamos aquel noviembre de atentados en París. Estaban tocando los Eagles of Death Metal en el teatro Bataclan cuando cuatro tipos se liaron a tiros contra el público y retuvieron a un centenar de rehenes. En el bar La Belle Équipe se cargaron a una veintena de personas. Hubo además cadáveres en las terrazas de otros establecimientos. Entonces, los periódicos se vieron en el brete de transmitir el horror sin caer en sensacionalismos pero sin restar gravedad a la masacre. La primera plana de Libération, por ejemplo, seleccionó la fotografía de un rescate. Le Figaro, por su parte, llevó sangre y cuerpos abatidos a su portada.

(Llegeix l'article de Jonathan Martínez en català)

Con un debate de fondo sobre la representación del dolor, Carlos Herrera viajó a París y publicó un selfi frente al improvisado santuario de velas y flores del Bataclan. Las críticas colapsaron internet y no faltaron acusaciones de frivolidad y oportunismo. Esta vez no habrá selfi de emergencia en Paiporta. Leo que la Conferencia Episcopal Española anda mosqueada porque el presentador almeriense ha preferido volar a Estados Unidos para cubrir las elecciones. A pesar de todo, siguen repitiéndose las mismas viejas controversias. ¿Deben las autoridades buscar la foto en medio de la devastación? ¿Cómo retratar la catástrofe sin mercantilizar el dolor de las víctimas?

Estos días hemos visto que los capos de la desinformación han convertido la zona del desastre en un decorado de cine mientras riegan de bulos nuestros teléfonos móviles. Un eurodiputado ultra se graba con música épica en un camión de reparto de alimentos. Un colaborador de Iker Jiménez se arrodilla en el barro para añadir un plus de veracidad a la cobertura. Una manada de neonazis se desplaza hacia el núcleo de las ruinas para parasitar la rabia ciudadana. Todo vale con tal de agrandar el capital social, seducir audiencias, rascar votos, divulgar xenofobia, ensanchar los bolsillos.

Un atentado se parece muy poco a una desgracia climática pero cualquier vorágine informativa es buena para alimentar un estado de shock y utilizar el poder de las imágenes en beneficio propio. Los atentados de Charlie Hebdo, por ejemplo, fueron la excusa que empleó el PP para retorcer el código penal y arrojarlo contra los CDR o los jóvenes de Altsasu. Aún no sabemos qué repercusiones políticas desencadenará la DANA de València. Habrá quienes exijan responsabilidades a la gestión errática de Carlos Mazón y a los empresarios que han puesto en riesgo la vida de sus trabajadores. Pero también hay quienes ya buscan una respuesta en clave autoritaria.

Las víctimas, igual que en tantas otras ocasiones, son tratadas como figurantes de una película cuyo guion ha sido escrito de antemano. Llamamos “pornografía del dolor” a ese sospechoso intento de amortizar la sangre fresca. En el zoco de los chupacámaras hay una apretada competencia. Y es que es muy fácil convertir la solidaridad en pura mercadotecnia.

Nascut a Bilbao (1982), soc investigador en Comunicació Audiovisual. Col·laboro en diversos mitjans com Naiz, Ctxt, Kamchatka, Catalunya Ràdio, ETB i TV3.

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