El chiste es antiguo como el mundo. Una mujer mayor se acerca a una chica que espera frente a un paso de cebra: “Perdone, joven, ¿sería tan amable de ayudarme a cruzar la carretera?”. La chica responde con una sonrisa: “Señora, el semáforo está todavía en rojo”. A lo que la señora replica: “Es que en verde puedo cruzar yo sola”.
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Juraría que a estas alturas ya se ha dicho todo sobre La sustancia, el filme de Coralie Fargeat que ganó el premio al mejor guion en Cannes y que ha desencadenado las adhesiones más entusiastas y los odios más furibundos. Acabo de ver que Filmin la anuncia ya para enero pero todavía es posible acercarse a los cines a echarse dos horas largas de reflexiva inquietud o a pasar un mal rato, todo depende de nuestras tragaderas. Yo, por mi parte, no he podido quitarme de la cabeza el viejo chiste, la misma mujer mayor, la misma mujer joven, la misma eterna vaina.
Los amantes del cine reconocerán enseguida la maraña de guiños y referencias. La misteriosa empresa clandestina de La sustancia se parece demasiado a La Compañía que promete una nueva vida en Plan diabólico. Por un instante creemos ver el pasillo de El resplandor y el cuarto de baño de Psicosis. Demi Moore bien podría haber sido Bette Davis en Eva al desnudo o Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses. Hay ecos de David Lynch y monstruosidades que parecen salidas de la mollera de David Cronenberg. En fin, que tenemos un jugoso pastiche con lo mejor de cada casa.
A partir de ahí, la crítica ha apuntado todo lo apuntable. La historia nos habla de aquellos que venden el alma al diablo, de Fausto, Dorian Gray y el doctor Jekyll convertido en Hyde. Hay una indagación sobre la identidad. La mirada de los demás nos construye y parece que no somos nada sin los ojos que nos juzgan y nos desechan cuando dejamos de responder a sus expectativas. Hay también una crítica feroz a la industria del entretenimiento, donde los hombres miran y las mujeres son miradas, donde los inversores y ejecutivos prolongan su vida útil hasta la ancianidad, mientras que la carrera de ellas se agota antes de los cincuenta.
Quisiera extraer alguna moraleja pero diría que en el fondo no hay más que la vieja enseñanza de las tragedias griegas. No te pases de arrogante, no desafíes a los dioses o al destino, no caigas en la desmesura ni te flipes demasiado creyendo que vas a durar para siempre. Veo la prensa del día y el menú suena indigesto. De un lado y del otro se repiten las catástrofes climáticas. Joe Biden se va de la Casa Blanca regando Ucrania de minas antipersona y autorizando misiles contra Rusia. Aldama cuenta en la Audiencia Nacional que el caso Koldo se sustenta sobre una red de maletines y mordidas.
Supongo que La sustancia habla sin querer de todo eso, pero en realidad nos hubiera bastado con el viejo chiste para entender lo que nos espera cuando andamos queriendo saltarnos semáforos que siempre estuvieron en rojo.