“¿Es posible ser independentista y de izquierdas?”. Me lo preguntó un periodista sin ánimo, creo yo, de incordiar ni de enredarse en polémicas. De inmediato pensé que se trataba de una falsa disyuntiva. Me vino a la cabeza el Congreso Nacional Africano, el Frente Popular para la Liberación de Palestina o los tupamaros de Pepe Mujica, izquierdas reconocidas que alguna vez conjugaron socialismo y liberación nacional. La pregunta del demonio merecía ser respondida con una pregunta simétrica. “¿Es posible ser de izquierdas y negar la libre determinación de los pueblos?”.
“No es posible ser independentista y ser de izquierdas”, le dijo Salvador Illa a Pere Aragonès cuando el primero era candidato y el segundo President. “El independentismo es levantar fronteras donde no las hay”, añadió el líder del PSC. La mención fronteriza tiene su gracia. Desde 2015, Francia ha endurecido los controles en La Jonquera y Portbou. En 2020, con motivo del Covid, Sánchez blindó la frontera que separa el norte y el sur de Catalunya. En 2021, el prefecto de Pirineos Orientales clausuró el tránsito por Coll de Banyuls con una barrera de rocas.
Esa vieja y falsa disyuntiva planea a menudo sobre la política española. En 2022, por ejemplo, ERC, EH Bildu, CUP y BNG se desmarcaron de la reforma laboral que Yolanda Díaz había negociado con la patronal y con CCOO y UGT. Los defensores del texto abundaron en la percepción de que las izquierdas independentistas andaban reñidas con los derechos laborales. En el ecosistema mediático español se omitía la posición de los sindicatos catalanes, gallegos y vascos que reclamaban la total derogación de la herencia de Rajoy.
La historia se repite con otros mimbres y otros personajes en el proyecto de ley para reducir la jornada laboral a 37,5 horas semanales. Esta vez, ERC, EH Bildu y BNG sí están por la labor pero el voto negativo de Junts ha decantado la balanza hacia el lado de PP y Vox. Una vez más los independentistas contra la clase trabajadora. “Se llama lucha de clases y usted representa al capital”, le ha dicho Yolanda Díaz a Míriam Nogueras.
Junts se defiende y sugiere que el Gobierno español no traía intenciones de aprobar la ley. “La precipitación se ha cargado cualquier posibilidad de acuerdo” dice Josep Maria Cervera. Enric Juliana viene a deducir algo parecido: “Bastaba un mínimo estudio de la realidad catalana para saber que Junts jamás apoyaría la reducción de jornada sin el acuerdo de Foment del Treball y Pimec”. Dicho de otro modo, el Gobierno español tal vez no estaba tan interesado en aprobar la ley como en escenificar un antagonismo.
El problema es que Sánchez querrá aprobar los Presupuestos de 2026 con esos diputados que Yolanda Díaz considera “representantes del capital”. Y entonces habrá que templar gaitas. La moraleja es simple: es posible ser independentista de izquierdas o de derechas, pero el PSOE necesita a todos ellos para gobernar. Aunque la épica de los discursos soporte cualquier cosa, los números son los que son y dan para lo que dan.