Opinió
Tribuna

La tormenta

«El olvido penal, la amnistía, afecta a los tribunales, pero no impide que el corazón y la cabeza sigan trayendo a la actualidad las piezas perdidas del pasado»

Jonathan Martinez
06 de juny del 2024
Actualitzat a les 19:04h

Siempre que tengo alguna duda etimológica acudo a los diccionarios de Joan Coromines. En ellos aprendí que la palabra recordar deriva del término latino cor, “corazón”. De una u otra forma, aquello que traemos a la memoria no nos recorre la cabeza, sino que nos atraviesa el pecho. Cabe suponer, por tanto, que el olvido no se parece tanto a un fallo cerebral como a una cardiopatía. Sin embargo, cuando buscamos la palabra amnesia, Corominas nos remite al vocablo latino mens, “mente”. Y ahí es donde aprendemos que los griegos nos dejaron en un mismo saco la idea de la amnistía. Amnistiar es, pues, forzar el olvido penal.

[Llegeix aquí l'article en català de Jonathan Martínez]

El olvido penal afecta a los tribunales, pero no impide que el corazón y la cabeza sigan trayendo a la actualidad las piezas perdidas del pasado. “Los demócratas no olvidamos”, dice Societat Civil Catalana. “No olvidamos ni perdonamos a aquellos que se atrevieron a mancillar el buen nombre de España”, añade S'ha Acabat!. Y están en su pleno derecho. El caso es que la ley de amnistía, salida del horno reciente del Congreso, no se inmiscuye en los rencores particulares. Basta que los jueces desjuzguen lo juzgado. Que se extingan las condenas. Que no se abran más procedimientos por las bravas.

El argumento es perfectamente reversible. La amnistía no impide que el independentismo persevere en sus recuerdos y sus aspiraciones. Jordi Borràs definió el otoño de 2017 con un libro imperecedero: Dies que duraran anys. Basta decir que unos párrafos mecanografiados en el BOE no podrán disolver las fotografías de los antidisturbios, la gincana prodigiosa de las urnas, la adrenalina, las multitudes poniendo el cuerpo en los colegios. La ley de amnistía, de hecho, tampoco nos impide recordar que Societat Civil Catalana hunde sus raíces en la ultraderecha, tal y como demostró el propio Borràs.

La prensa ha explicado la amnistía catalana con una metáfora de inspiración informática: el reseteo. Es lo que hacemos cuando el ordenador se constipa y el puntero del ratón deja de responder. En lugar de castigar el teclado con manotazos iracundos, pulsamos el gran botón que deja la pantalla en negro y nos permite empezar de cero. Intentarlo otra vez. Con suerte, si hemos guardado bien los documentos y las actualizaciones, nuestro PC habrá preservado su memoria. Con un par de clics, podremos volver a acceder a los diccionarios de Corominas, a los comunicados de Societat Civil Catalana y a las fotografías de Jordi Borràs. Pero ya nada es lo mismo.

En un famoso pasaje de Kafka en la orilla, Haruki Murakami habla del destino como una tormenta que nos persigue y nos azota hasta abrirnos las carnes. La persona que surge de la tormenta ya no es la misma que penetró en ella. Conserva su nombre y sus recuerdos, pero su disposición es otra. Algo así sucede con los movimientos políticos y sociales. Caen casi sin querer en un remolino que los engulle y los sacude. Sobreviven. Pero un día, de pronto, se palpan las carnes, se miran a sí mismos y ya no se reconocen.

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Nascut a Bilbao (1982), soc investigador en Comunicació Audiovisual. Col·laboro en diversos mitjans com Naiz, Ctxt, Kamchatka, Catalunya Ràdio, ETB i TV3.

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